Por: Horacio Cano
Prometer mucho no empobrece, pero claro que envilece…
Imagínate que te eligen primer ministro de Reino Unido, es la Segunda Guerra Mundial, corre el año de 1940 y en tu primer discurso una vez que el rey Jorge VI te nombra, le dices a todo el pueblo que lo único que le prometes básicamente es mucho sufrimiento, pero que valdrá la pena. Siempre me ha causado admiración la franqueza con la que Winston Churchill, en su primer acto público no hace promesas platónicas todo lo contrario, promete: sangre sudor y lágrimas. Quizá por eso su nombre siempre será recordado, por su franqueza. Por eso también fue primer ministro del Reino Unido en dos periodos distintos, que no es poca cosa.
Ahora veamos nuestra realidad. Los políticos prometen cosas que quizá no pasen o que incluso no son necesarias. Quizá hacer una obra de infraestructura no es tan necesaria como tener dialogo con diferentes grupos sociales y con el dinero que utilizarías para el gran proyecto de infraestructura es mejor invertirlo en resolver las problemáticas sociales que sean planteados. Muchas veces son servicios públicos de lo más elementales.
En la política y en la vida, nos empeñamos por hacer promesas inalcanzables. Hacerlo genera, al inicio una gran ilusión, pero después viene una gran decepción. Los gobiernos, sobre todo los locales se les complica poder alcanzar rápidamente las metas planteadas. Hacerlo tan rápido incluso puede generar irregularidades que no pasen una auditoría. Como ya lo he comentado, entregar obra o adquirir vehículos costosos en la primera semana de gobierno, o ya los dejó listos la administración pasada o definitivamente, aunque bien intencionado, se hicieron las cosas mal.
En los tiempos que corren, no es necesario ofrecer: Sangre, Sudor y Lágrimas, a lo mejor ya suena demasiado dramático, además de que alguien ya lo dijo. Pero sí se puede prometer: Sacrificio, Pasión y Esfuerzo. Porque dígame usted si me equivoco, todo logro en la vida implica sacrificios. Pocas cosas llegan por mera suerte y cuando sucede, suele ser efímero o mal aprovechado. Todo lo que acontece, te preparara para enfrentar las nuevas realidades. Hasta entonces.
COMENTARIO AL AIRE
Cuando asesoro a algún cliente por algún conflicto legal, siempre le digo: la última ratio es el litigio. Quizá en la escuela me enseñaron que eso era para referirse al derecho penal, yo lo aplico a iniciar cualquier controversia por la vía judicial. En política sigo el mismo principio, mi consejo inicial es, como diría molotov: “no se peleen men, no se peleen…” En ambos mundos (en la política y en el litigio) aplica la frase, más vale un mal arreglo que un buen juicio. No por ello hay que dejar de estar listo para el juicio o para la confrontación política. En ambos casos, como ya he dicho, tiene que tomarse en cuenta que en esto no hay nada personal.
La prevención es como el seguro de vida ante cualquier contingencia. En la vida privada hay que revisar bien cualquier acto jurídico que se realice, que esté conforme al derecho positivo. En lo público hay que asegurarnos de no cargar con responsabilidades que no nos corresponden. En ambas, sacudirse la soberbia o mejor dicho “eso a mí no me va a pasar”.
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