Si hubiera que escoger una frase para resumir los primeros 10 días de la gestión de Donald Trump, lo haría entre las “de sorpresa en sorpresa”, o bien, “una tras otra”. Tal parece que el propósito que a este curioso presidente le anima es ofender y vulnerar a diestra y siniestra, sin consideración alguna a los altos valores en que se cimienta su país, la primera democracia del mundo contemporáneo. Y, en efecto, llama poderosamente la atención el hecho de que el movimiento antisistema más peligroso que hayamos visto esté ocurriendo precisamente en uno de sus núcleos de más importancia, sino es que el más importante: los Estados Unidos.
En este andanar de amenazas y golpes de mano, a los mexicanos nos ha tocado el lugar más difícil e incómodo: ser el conejillo de indias en la brutal estrategia regresiva de Trump, cuyo cometido estriba en sustituir el libre comercio, aquí incluido el TLC, e imponer mecanismos bilaterales que le otorguen ventajas y le permitan revertir los déficit comerciales que tiene con las principales economías del planeta: China, Alemania, Japón y México. De lo anterior se desprende que la construcción del muro y la renegociación del TLC, amén de las amenazas de las deportaciones masivas de nuestros paisanos, si bien tienen dedicatoria en contra de nuestro país, representan una honda amenaza a las conquistas civilizatorias de los últimos 50 o 60 años: las libertades y la dignidad humana, así como el libre flujo de mercancias.
He aquí en pocas palabras el escenario adverso a los intereses de nuestro país, con el precedente de un tuit grosero sobre la falta de sentido del encuentro con nuestro presidente, tras la firme declaración de EPN en el sentido de que por ningún motivo pagaríamos por el muro, que derivó en el acuerdo posterior entre ambos para cancelarla o posponerla. Tras estos eventos, la sopresa positiva es la emergencia de una oleada de solidaridad nacional, como pocas veces se ha visto en los últimos tiempos.
A este respecto, debo decir que hoy más que nunca comparto mi orgullo de ser mexicano y pertenecer a un pueblo que ha demostrado orgullo, dignidad y solidaridad frente a la amenaza de la primera potencia económica y política del planeta, que hoy se ha hecho merecedora del respaldo de la comunidad internacional. En este noble esfuerzo de cerrar filas en torno a las medidas tomadas por Trump, nuestro Gobierno ha tomado decisiones que han reforzado lo que como sociedad demandamos. Por un lado, cancelar la reunión por parte del Presidente Peña y enviar un mensaje claro de exigencia de respeto. Igualmente importante fue el anunció de canalizar mil millones de pesos a los consulados en los Estados Unidos, para ser utilizados en las estrategias de apoyo frente al obrar ilegal e inmoral de Trump.
Sin duda tenemos grandes retos, pero estamos preparados para afrontarlos. Me sumo a lo dicho por el ex presidente Felipe González en torno a que Trump quizá no entiende lo que es México y es necesario recordarlo; nuestro país tiene un lugar de primera importancia en todo el mundo y mantiene acuerdos comerciales con más de 40 naciones, lo que habla de nuestra apertura económica y del potencial de intercambios que podemos aprovechar con América Latina, Europa y Asia; de hecho, gracias a la productividad de los trabajadores mexicanos y a la competitividad de las empresas establecidas aquí, nuestro país es una de las 15 mayores economías del mundo. La solidaridad mostrada en estos momentos es el fruto de nuestra política exterior que se caracteriza por defender la paz, respetar a todas las nacione, promover la convivencia y la cooperación. Subrayo que estos valores se han demostrado porque nuestro país ha demostrado que tiene un gran activo: su unidad nacional. La unidad nacional ha sido la gran fuerza de México a lo largo de su historia y esta es la piedra angular de nuestra estrategia y de nuestras acciones, hacia dentro del país y hacia el exterior. Reitero hoy más que nunca me siento orgulloso de ser mexicano y de pertenecer a este gran pueblo.
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