lunes, 3 de noviembre de 2025

Michoacán, “siempre en mi mente”



Entre historia, fe y trabajo, los michoacanos siempre hallan la fuerza para volver a empezar

Por: Horacio Cano

Cómo no hablar o escribir de Michoacán, si ahí se conocieron mis padres y mi madre es michoacana. Muchos de los recuerdos más bellos de mi infancia y juventud tuvieron lugar ahí. Tengo familia que aún vive allá.


Pero incluso sin ese vínculo personal, por el simple hecho de ser mexicano hay que hablar y escribir de ese gran estado. Lo he dicho y lo repito: es una tierra que nos ha dado grandes hombres, desde José María Morelos hasta Juan Gabriel; pasando por Agustín de Iturbide, Marco Antonio Solís, Melchor Ocampo, Cantinflas y Lázaro Cárdenas.


Tierra purépecha —de aquellos guerreros que, a la llegada de los españoles, no habían sido sometidos por los mexicas—. A pesar de no ser un pueblo bélico en esencia, sabían defenderse.


Sin ser michoacano, el gran referente Vasco de Quiroga enseñó a los purépechas, además de la doctrina de la fe, el valor del trabajo orientado al bien común: aprender un oficio, trabajar el campo, servir a la comunidad. Todo eso se puede leer en sus Sermones, reglas y ordenanzas para el gobierno de los hospitales de Santa Fe de México y Michoacán.


El Tata Vasco, como le decían los nativos, murió en la hoy tristemente multicitada ciudad de Uruapan. Declarado venerable por el Papa Francisco, es uno de los grandes precursores de las muchas riquezas que conforman la identidad michoacana.


Fue en Michoacán donde se gestó la Independencia —desde sus inicios hasta la consumación—. Fue también uno de los epicentros de la Guerra Cristera, con mártires como San José Sánchez del Río.


Y qué decir de la influencia de Melchor Ocampo, ilustre nicolaita y quizá el más grande ideólogo de la Reforma; su corazón sigue, literalmente, en el Colegio de San Nicolás.


El 2 de octubre de 1966 tuvo su clímax un movimiento estudiantil en la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo, donde un estudiante perdió la vida. Fue, sin duda, uno de los antecedentes del gran movimiento del 68, que pugnó por mecanismos de democratización en el país.


Los michoacanos van a salir adelante, como siempre lo han hecho. Son gente trabajadora, valiente, echada para adelante. Ahí está la historia, pero también el presente: siempre han sabido sobreponerse.


Desgraciadamente, lo que se vive hoy en ese entrañable estado no es nuevo. Desde que tengo memoria, la violencia ha estado presente. Cuando viví en Morelia, creo que fue la única vez que presencié un tiroteo. Corría el año 2000, en la zona comercial más importante de la ciudad. Nunca olvidaré la cara de preocupación de mi padre; lo vimos de lejos, pero la escena la tengo grabada.


Siempre después de las grandes crisis llegan tiempos de esplendor. Cuando parece más oscuro… es porque está a punto de amanecer.


Apunte al aire


Una de las formas más efectivas de hacer seguro un espacio público es que la ciudadanía lo haga suyo, que le devuelva su vocación. Este fin de semana me dio mucho gusto ver los espacios públicos llenos: lo mismo en Chautla —que superó los cien mil visitantes en cuatro fines de semana— que en las plazas de San Andrés, Texmelucan y la misma Puebla capital.


En el zócalo de la capital, debo reconocerlo, cuidaron todos los detalles: desde el concierto de Eugenia León, el videomapping en la Catedral, hasta la alfombra alusiva al Día de Muertos con la fuente de San Miguel Arcángel como centro.


Recuperar los espacios públicos promoviendo eventos culturales que fortalezcan nuestra identidad es una gran forma de combatir la delincuencia de manera positiva. Somos más los buenos, y los espacios públicos son de todos. Fomentar que la gente se apropie de ellos es apostar por la seguridad y la convivencia.


Ojalá la ciudadanía mantenga ese espíritu y se adueñe de los espacios públicos como lo hizo este fin de semana, con las celebraciones de nuestros fieles difuntos.

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