No hay duda de que vivimos tiempos altamente complejos. Quienes habitamos este mundo recibimos mensajes de odio e imágenes que descubren los efectos devastadores de las guerras en las sociedades.
Acciones de gobiernos que tienen a muchos países del mundo en incertidumbre económica.
En los últimos años en México recibimos mensajes que polarizan y que han dividido a los mexicanos y mexicanas.
Hasta mensajes contradictorios recibimos como el que se ha dado, como tantos otros, con motivo de la entrega del Premio Nobel de la Paz a la Ingeniera Corina Machado al dejar de reconocer que muchas causas sociales apuntan más allá de lo ideológico; y que una y muy importante es la que tiene que ver con causas que encierran valores democráticos y derechos humanos por encima de autoritarismos en las naciones del mundo. Guste o no, esta mujer venezolana ya hizo historia.
Todas estas distorsiones, manipulaciones, contradicciones, discursos de odio seguramente hacen eco en las violencias que todos los días observamos en el mundo, en nuestro país y en nuestra entidad.
Muy grave la que se ha venido documentando durante este año en diferentes estados de la República, la serie de actos delictivos ejecutados por menores de edad, acá mismo en nuestra entidad poblana hemos conocido sobre hechos similares.
¿Qué estamos haciendo o hemos dejado de hacer para que los adolescentes asuman estas actitudes violentas contra otras personas o contra sí mismos? ¿Cómo es que una persona adolescente llega a cometer actos violentos?
Muchos factores habrá que revisar. Uno de ellos podría ser la falta de programas de gobierno para atender la obligada conducta que hubo que tomar cuando enfrentamos la pandemia del COVID19.
Imaginemos este acontecimiento que en ese momento la niñez y las adolescencias padecieron. Más de dos años confinados. Las escuelas fueron cerradas. Niños, niñas y adolescentes tomaron clases a la distancia -los que tuvieron los medios para hacerlo-, una gran mayoría ni siquiera eso pudo.
Muchas de las familias confinadas ya vivían violencias y en esos años tuvieron que convivir con sus agresores las 24 horas del día. Cómo no recordar los altos niveles de violencias que se produjeron al interior de las familias que no han podido controlarse. Muchos/as niñas, niños y adolescentes tuvieron en silencio que vivir también los duelos por la pérdida de sus seres queridos que llevaban a los hospitales pero que nunca regresaron.
El regreso a las aulas escolares al término de la emergencia sanitaria obligaba observar las implicaciones en la salud mental de la niñez y adolescencia que requería necesariamente de intervenciones psicoeducativas para la recuperación psicosocial, que no fueron totalmente implementadas.
Cambios mayores en materia de tecnología abrieron nuevos conflictos en las adolescencias.
Hoy las redes sociales les permiten conectarse con personas o grupos en los que adolescentes y jóvenes acceden con facilidad a sus contenidos, no sólo cultivan conexiones, comparten mensajes, pero muchos de ellos, con contenidos de violencia, crean retos virales; pero también les generan ambientes de incertidumbre emocional, aislamiento social y presiones diversas con salidas fáciles. Datos oficiales señalan que entre el 2021 y 2023 las causas penales contra adolescentes han tenido un aumento del 40%.
Normativa para hacer frente a las violencias y a la violencia digital existen, pero todavía los recursos para su aplicación son insuficientes. Las expertas en salud mental plantean que falta mucho acompañamiento a la adolescencia en México en sus escuelas de todos los niveles y en su entorno familiar.
Las y los expertos vienen mencionando ante esta problemática que afecta a la juventud, que la responsabilidad en su prevención y atención es de todas y todos. Que se requiere de estudiar los nuevos fenómenos y conductas de los adolescentes de hoy. En su caso tipificarlas adecuadamente correspondiéndole esta tarea a los legisladores/as. Que se pueden detectar los focos de riesgo y deben hacerlo las autoridades, los gobiernos, para su intervención, como también les corresponde diseñar programas de salud mental accesibles y proporcionar atención psicológica temprana incluyendo una educación socio emocional.
Los padres, madres y tutores/as y las familias en general, así como las instituciones educativas de todos los niveles les corresponde abrir espacios de diálogo, supervisión, cuidado y convivencia para prevenir conductas y manifestaciones de violencia y extremismos; entre otros.
En estudios recientes proponen un enfoque preventivo basado en la salud mental. Indicadores de malestar, acompañamiento psicológico y programas de educación digital que permitan identificar discursos de odio y atenderlos antes de que se traduzcan en violencia.
Seguramente en los tiempos actuales deberemos todos, todas atender también esas narrativas y discursos que distorsionan, manipulan, contradicen, polarizan, de muchas voces que debieran ocuparse -como bien se ha sostenido- de construir sociedades capaces de resistir esos discursos de odio, de abrazar la diversidad y de generar políticas que reflejen la riqueza humana. Ya bastantes mensajes de odio hay en el mundo.
Notas:
Resolución 77/243. ONU, UNESCO, 2025.
Estudio Británico. Comisión para Contrarrestar el Extremismo del Reino Unido. Universidad de Swansea, 2023.
El regreso a clases y la recuperación psicosocial de niñas, niños y adolescentes. Programa Universitario de Derechos Humanos. UNAM, 2021
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Palabra de Mujer Atlixco
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