El corredor en silla de ruedas ganó la edición 42 del Maratón de la Ciudad de México y ha demostrado ser un ejemplo de vida.
José Frías, del reto que marcó su vida al primer lugar del Maratón de la CdMx (Instagram @alanfrias_)
El primero de todos los primeros. Así cruzó la meta José Alan Frías en la XLII edición del Maratón de la Ciudad de México. Y aunque en el podio parecía un atleta más, su historia tiene un trasfondo que desarma: hace 18 años un reto juvenil lo dejó en una silla de ruedas. Hoy, ese mismo hombre al que un día la vida puso de espaldas a la cama, se coronó en la máxima prueba de resistencia del país.
“No me la creo, entrené muchísimo, venía decidido a ganar”, dice con una serenidad que contrasta con la magnitud del logro. No habla desde la euforia, sino desde la certeza de quien ya sobrevivió a lo peor.
Tenía apenas 20 años cuando, por un reto de amigos, decidió subir a una torre de alta tensión. La descarga eléctrica lo derribó en un instante y lo condenó a tres años inmóvil: “No movía un solo dedo, mi vida era una cama. Yo le decía a mi mamá: ‘¿Cuándo voy a salir?, ¿cuándo me voy a poder mover?’. Ella siempre me respondió: ‘El tiempo lo dirá, pero hay que echarle ganas, yo te voy a ayudar’”.
Su madre se convirtió en su soporte vital. Él, en cambio, se negó a ser una carga: “No me gustaba pedir un vaso de agua, ni que me vistieran, ni que me bañaran. Quería ser independiente. Sentía horrible no tener privacidad. Por eso decidí luchar”. Y lo hizo. Primero apenas resistiendo cinco minutos sentado. Después, con años de rehabilitación, hasta convertirse en atleta de alto rendimiento.
Frías no sólo corre. También habla. Sus pláticas motivacionales recorren escuelas, instituciones y foros donde comparte sin filtros su historia: los errores, los tropiezos y las victorias. Su consejo a los jóvenes es tajante: “Piensen dos veces las cosas. Siempre. Antes de hacer una travesura, vean lo bueno y lo malo que puede pasar. Porque a veces las consecuencias son para toda la vida”.
El triunfo en la capital no es un destino, sino una estación más en su camino. Su calendario ya apunta al medio maratón de Tlaxcala, además de León, Puebla y Guadalajara. José Alan Frías sigue acumulando kilómetros, pero sobre todo, sigue desmontando prejuicios. Porque si su accidente lo ató a una silla, su carácter lo catapultó a la cima.
En su victoria resuena una lección incómoda y luminosa: la imprudencia lo llevó al borde de la muerte, pero la disciplina lo regresó a la vida.
Con información de: Milenio
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