Por: Martha Berra
La tragedia ocurrida en el centro nocturno “Lacoss”, donde ya han muerto seis personas, entre bailarinas y meseros, y cinco más siguen graves, no es solo un episodio más de violencia nocturna.
Es un recordatorio brutal de las vidas invisibles que sostienen un país fracturado por la precariedad, la migración forzada y la ausencia de seguridad.
Entre esas vidas estaba la de Elianis, una joven cubana de apenas 20 años, madre de un niño de dos, que dejó a su pequeño en Holguín en el municipio de Banes, bajo el cuidado de su abuela, para venir a México a trabajar de noche, seguramente en la única opción que la pobreza le permitió.
Karen, como se hacía llamar en el ambiente, cruzó fronteras buscando sobrevivir. Porque dudo mucho que alguien sueñe con trabajar en un bar donde el riesgo es parte del uniforme. Nadie elige exponerse a la violencia desbordada que ya normalizamos; la que elige es la precariedad.
En Cuba, el lugar donde nació y creció, escasea desde la energía eléctrica, hasta la señal telefónica. Ahí las oportunidades no existen, así como en México, las protección tampoco.
Su historia se conoció del peor modo posible. Su madre supo que su hija había muerto porque le mostraron una publicación en un grupo de Facebook de su comunidad y benditas redes sociales que logran la inmediatez que ninguna autoridad tiene, así fue como esta mamá recibió el golpe seco, digital y cruel, ese que nadie quiere recibir en la vida: la noticia de la muerte de un hijo.
Hasta este miércoles la mamá de Elianis pudo acudir al consulado de México en La Habana para preguntar cómo viajar a Puebla a reconocer el cuerpo y repatriarlo. Un proceso tan doloroso como costoso, y en su caso, casi imposible.
Mientras tanto, aquí nos resulta sencillo juzgar a quienes se dedican al trabajo sexual o al ambiente nocturno. Señalamos, especulamos, moralizamos. Pero rara vez miramos las causas, la pobreza, la violencia, la migración sin red de apoyo, las deudas, la falta de educación, los países quebrados, las familias fracturadas, los gobiernos ausentes.
Rara vez nos preguntamos qué tan desesperada tiene que estar una joven de 20 años que ya carga con la responsabilidad de un hijo para venir sola a un país que no conoce donde el crimen organizado lleva años ocupando los espacios que la autoridad abandonó.
Porque también es cierto, lo ocurrido en Lacoss no es un accidente, es resultado directo de un gobierno rebasado, de una estrategia de seguridad que no existe más allá del discurso, de un crimen organizado que se ha expandido al punto de decidir quién vive y quién muere.
Los bares, la vida nocturna, los giros negros y seminegros están bajo control de estructuras criminales que extorsionan, amenazan, cobran piso y disparan cuando alguien no paga, cuando alguien estorba o simplemente cuando quieren dejar un mensaje.
Y las vidas que se apagan en esos lugares casi nunca son las de los responsables, sino las de quienes menos opciones tenían, incluso desde antes de decidir dedicarse a eso.
La muerte de Elianis no debe ser leída como una nota roja más, sino como un espejo incómodo que nos muestra lo poco empáticos que somos y lo mucho que hemos normalizado el dolor ajeno.
Nos enseña que detrás de cada mujer juzgada por su oficio hay una historia de carencias, de decisiones obligadas, de sueños rotos y responsabilidades gigantes para una vida tan corta.
México le falló a Elianis como país receptor, como sociedad y como sistema. Y también le seguimos fallando cuando, en lugar de exigir justicia y seguridad, preferimos la crítica fácil antes que la empatía, porque aseguramos que “ella se lo buscó”, “ella decidió esa vida”, “prefirió el camino fácil”, etc.
Ojalá esta tragedia no se reduzca a otro número, a otro escándalo de la vida nocturna. Ojalá sirva, aunque sea tarde, para entender que cada mujer que trabaja en condiciones riesgosas no está eligiendo “ese camino”, está sobreviviento al único camino que le dejaron y que conoce.
Y que mientras la estrategia de seguridad siga siendo una promesa rota, seguiremos acumulando nombres en lugar de soluciones. Esta vez fue el de Elianis.

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