La candidata demócrata frena el avance del republicano en esta última semana. Según nuestra predicción, las elecciones llegarán igualadas: el expresidente es un ligero favorito, con un 55% de probabilidades de ganar, pero la vicepresidenta tiene casi las mismas opciones.
La misma evolución plana la vemos en las encuestas nacionales. Hace cinco semanas, Harris tenía una ventaja de tres puntos en voto popular, imponiéndose con un 50% frente al 47% en porcentaje de voto estimado, mientras que ahora su margen se ha reducido a solo uno o dos puntos, según el promedio que uno haga.
La buena noticia para los demócratas es que este empeoramiento en los sondeos nacionales no se ha trasladado directamente a sus números en los Estados clave. En esos territorios, que es donde se decidirá seguramente la elección, la igualdad sigue siendo altísima.
La situación en los Estados clave
Como ya explicamos, la elección depende en realidad del resultado en cada Estado. Para ganar en noviembre, los candidatos necesitan 270 delegados, o votos electorales, sumando los que reparte cada territorio, que van todos al candidato ganador de la circunscripción. Ahora mismo, Harris tiene 226 votos electorales probables o seguros, que son casi los mismos que Trump, que tiene 219. Los 93 restantes corresponden a los llamados Estados clave. En el mapa podéis ver la información de cada lugar, y más abajo, una tabla esencial con la información de los siete territorios bisagra.
Esta semana, Harris ha mejorado ligeramente en Pensilvania, que es el Estado con más opciones de ser decisivo. Pero —cuidado— hay que evitar la tentación de ver demasiado en esos pequeños movimientos. La situación en los siete Estados clave es simple: están todos muy igualados.
Aunque Trump tiene ventaja en Arizona, Georgia y Carolina del Norte, puede perderlos perfectamente. Las encuestas no le dan ni dos puntos de ventaja allí, que se traduce en un 35% o 40% de opciones de perder. Es interesante el caso de Carolina del Norte, que se ha ido apretando y que podría ser decisivo si Harris consigue darle la vuelta. Del mismo modo, la aspirante demócrata tampoco tiene nada seguro en los Estados bisagra. Ahora mismo lidera en Wisconsin y Míchigan, y si además ganase Pensilvania, completando el cinturón del óxido, se convertiría casi con certeza en la nueva presidenta. ¿El problema para ella? Su ventaja en los dos primeros territorios es diminuta; y en Pensilvania, inexistente.
En realidad, la conclusión es sencilla: tenemos mucha información de la intención de voto en Estados Unidos, con decenas de encuestas, mercados y modelos estadísticos, pero no es posible una predicción rotunda. La elección se decidirá en un puñado de territorios, quizás por unos pocos electorados, igual que en 2016 y 2020, con la incertidumbre añadida de que ahora sus sondeos están más igualados.
Paradójicamente, hay cuatro escenarios muy diferentes que son perfectamente posibles en sentido estadístico: puede ganar Trump con un resultado justo —quizás gracias a Pensilvania—, o puede hacerlo Harris —quizás con Carolina del Norte—, pero también podemos despertarnos el miércoles con un mapa teñido de rojo o azul, y una amplia victoria bien de Harris o bien de Trump.
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