Juicio de amparo, chile en nogada del derecho mexicano, garante de un Estado congruente
Por: Horacio Cano
Se habla, se escribe, vaya, se usa como argumento en cualquier discurso político. Creo que llevo ya varias semanas citándolo en mis colaboraciones semanales: el famoso Estado de Derecho. Cuántas cosas no se hacen —o se omiten— en su nombre. No es para menos, si estamos ciertos de que es la cualidad del Estado por la cual las reglas establecidas se cumplen. Vaya, es la forma en que el Estado es congruente: lo que legisla, lo hace valer.
Pero a veces eso no basta. Y para preservar esa congruencia, el propio Estado inventó una de las joyas del derecho mexicano: el juicio de amparo.
De todos los mecanismos para preservar el Estado de Derecho, mi favorito —sin duda— es este mexicanísimo procedimiento. Tiene antecedentes, como todo el derecho mexicano, en el derecho castellano —los antiguos amparamientos—, pero también recoge elementos del habeas corpus y del judicial review anglosajones, además de toques forales del derecho aragonés y castellano. Una mezcla tan compleja, tan exquisita, que me atrevo a asegurar que es el chile en nogada del derecho.
De elaboración delicada, y así como heredera de diferentes tradiciones jurídicas, también cuenta con una mezcla de materias: el amparo lo mismo puede protegerte de un acto de autoridad arbitrario —sin necesidad de agotar instancia alguna—, que ayudarte a corregir una resolución judicial que haya vulnerado derechos humanos reconocidos por la Constitución.
Y ustedes me preguntarán: ¿cómo es que, en un país que tiene una institución diseñada para preservar el Estado de Derecho, pueden existir casos como el de Israel Vallarta? Un hombre que lleva 19 años en prisión sin recibir sentencia alguna. Es decir, ha estado durante todo este tiempo en prisión preventiva. ¿Dónde está la congruencia del Estado? ¿Y la justicia pronta y expedita? ¿Y el principio de reinserción social?
Para responderles, parafrasearía al gran Chesterton en su libro Lo que está mal en el mundo, donde afirmaba que las instituciones, por sí solas, no son las que se corrompen: es la acción de las personas la que las lleva a la corrupción o a la malversación. Para seguir con mi ejemplo de los chiles en nogada: no es que el platillo esté malo, quizá es que no lo prepararon de forma adecuada… y, por ejemplo, no lo capearon.
Así que, en esta y en cualquier temporada —porque, afortunadamente, a diferencia del chile en nogada, el amparo puede prepararse en cualquier mes del año siempre que haya hambre de justicia—, el juicio de amparo es, y seguirá siendo, una herramienta para exigirle congruencia al Estado.
Apunte al aire
Qué maravilla sería ser historiador y estudiar —dentro de algunos años— este inicio del siglo XXI. Los factores del poder que hoy estamos presenciando creo que difícilmente se repetirán. O quizá forman parte de un ciclo. Como en otros momentos de la historia, no es una oposición interna la que enfrenta al gobierno en turno de nuestro país: son factores externos, con mucha fuerza política y económica. Vaya, estamos hablando del país que ha podido contener que se detone una guerra mucho más sangrienta en Oriente Medio.
Cuando veo eso, todavía encuentro gente haciendo política local como si la hubieran aprendido en una serie de televisión. Más realidad y menos Netflix, les diría. Y como ya dije —y lo escribí—, son tiempos de sumar. Ya habrá otros para realizar otras operaciones. Hoy es tiempo de que, con los ingredientes que se tienen al alcance, preparemos una receta que nos permita construir soluciones para las problemáticas del día a día.
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