lunes, 30 de junio de 2025

Recetas de temporada para gobernar



En política: ¿hay recetas para resolver problemas?
Por: Horacio Cano
La política, además de ser el arte de lo posible, debe ser el medio para resolver los problemas cotidianos de los ciudadanos. Si no sirve para dar soluciones, entonces no sirve.
 
Dicen que en política no hay recetas infalibles —y también que no es una ciencia exacta—, pero ya hemos dicho que en política hay operaciones: sumas, restas, multiplicaciones y, a veces, también se divisiones. Lo que funciona en un lugar no necesariamente funcionará en otro, pero con creatividad y buen criterio, se pueden ajustar las recetas a los ingredientes disponibles.
 
La política quizá no sea una ciencia exacta, pero sí es una ciencia. Y como tal, exige método. Y un método, simplificándolo, es una receta: como la de un buen platillo.
 
Si me preguntan qué se necesita para resolver los problemas del día a día —que al final es para lo que debe servir la política—, respondería que hay al menos tres ingredientes indispensables:
 
Primero: confiar en la palabra.
 
Ya lo he dicho antes: lo único que tenemos quienes nos dedicamos a la política es la palabra. Parafraseando a un político mexicano: un político sin palabra es un pobre político. Y agregaría: un político que no confía en su equipo también lo es.
 
Para resolver cualquier problema necesitas apoyarte en los demás, y eso implica compartir información, datos, objetivos. Es decir: confiar. Confiar requiere humildad. Humildad para reconocer que el otro no solo puede, sino que probablemente sabe más sobre algún aspecto, y que su participación puede hacer que la solución no solo funcione, sino que perdure.
 
Segundo: no deshacer lo que ya está hecho.
 
Existe la tentación —muy humana, pero también muy nociva— de destruir todo lo que hizo el antecesor, aunque esté bien hecho. Tal vez por ego, o por la urgencia de marcar diferencia, parece que muchos creen que hay que comenzar de cero.
 
Sin embargo, reconozco y celebro a quienes, con humildad y sentido común, toman lo bueno que dejaron otros y lo mejoran. A esos gobernantes —y a esos funcionarios— siempre les va mejor. Porque el servicio público no debería estar al servicio del ego, sino del bien común.
 
Tercero: tener altura de miras.
 
Resolver bien un problema implica ir al fondo, no solo a la superficie.
 
Vivimos tiempos que exigen inmediatez, donde todo debe resolverse “ya”. Pero las soluciones profundas rara vez son inmediatas. De hecho, lo temporal muchas veces se vuelve eterno, y no siempre en el buen sentido. Por eso hay que tener visión de largo plazo, aunque el aplauso llegue tarde.
 
Como decía Antonio Machado: “Despacito y buena letra, que el hacer las cosas bien, importa más que el hacerlas.”
Aunque —ojo—: al final, hay que hacerlas.
 
Apunte al aire
 
Hablando de recetas, en estos días comienza una de mis temporadas favoritas: la del chile en nogada. Ese platillo que representa, como pocos, la mexicanidad —no por nada lleva los colores de nuestra bandera, que en su origen fue la del Ejército Trigarante.
 
Como apasionado de la historia, y metiéndole un poco de romanticismo, diría que la independencia también fue una receta: hecha con lo que había al alcance, con ingredientes de temporada; combinando en armonía lo dulce, lo salado y lo picoso, como las distintas expresiones de la nación mexicana. Y, claro, fue laboriosa: no se logró de la noche a la mañana.
 
Así como esa gran receta, hoy toca a los cocineros de la política encontrar soluciones a los problemas de todos los días. Con ingenio, con lo que hay… pero buscando siempre equilibrio, sustancia y dignidad en el plato.

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