martes, 2 de diciembre de 2025

Praxis - San Alejandro: el hospital nuevo con relleno viejo


Por: Martha Berra 


En México, el sector salud se ha vuelto experto en inaugurar edificios, cortar listones y presumir fotografías aéreas de infraestructura reluciente. Pero pocas veces hay voluntad para enfrentar la realidad que se vive dentro de esos muros, como la improvisación administrativa y decisiones que lejos de fortalecer al sistema, lo vulneran aún más. 


La reciente reinauguración del Hospital San Alejandro es un ejemplo dolorosamente claro.


El hospital abrió sus puertas en silencio, pero no por humildad institucional. No. Abrió así porque no estaba listo, porque no tenía material propio, porque para hacerlo funcionar hubo que desmantelar otros nosocomios, como La Margarita o San José. 


No hubo protocolos de comunicación hacia el personal médico. Para echar a andar sus primeros servicios, se recurrió a una práctica que en cualquier sistema digno sería impensable, desvestir a unos para medio vestir a otro. 


No se trata de una estrategia de apoyo temporal, es la muestra más evidente de un organismo que funciona en modo “parche”, sin planeación real y con un déficit estructural que ya ni siquiera se oculta. Porque no hemos entendido que el dinero ya no le está alcanzando al gobierno. Ahora tienen “apoyos económicos”, pero a cambio sacrificaron un pilar muy importante en cualquier sociedad, la salud. 


San Alejandro reabre con la expectativa de cubrir un volumen de atención que históricamente ha sido superior a sus capacidades. Y aun con su nueva infraestructura, la ecuación no cambia, la derechohabiencia sigue creciendo y el presupuesto, el personal y los insumos no. 


No basta con levantar un edificio moderno si el sistema que lo sostiene está corroído. La opacidad con la que comenzó a atender es un mensaje en sí mismo de lo que es. 


Ninguna autoridad quiere exhibir un hospital que todavía no puede funcionar al 100%, pero sí quiere capitalizar políticamente su reapertura, porque claro eso representa votos y porque además se tardaron siete años en reconstruirlo. 


Lo más irónico de todo es la narrativa triunfalista donde se habla de “puesta en marcha gradual”, “actividades iniciales” y “reincorporación de servicios”. Palabras bonitas para no admitir que no hay camas suficientes, no hay especialistas suficientes, no hay material suficiente y ni siquiera hay claridad en los protocolos. Reinaugurar así es como presumir un coche nuevo sin motor: funciona… pero empujándolo.


Reinaugurar San Alejandro debería ser una oportunidad para recomponer el rumbo, profesionalizar la logística hospitalaria y asumir que la salud pública no se salva con eventos mediáticos, ni con la presencia de la Claudia Sheinbaum, sino con presupuesto, personal suficiente, listas de espera claras y abastecimiento continuo. 


En lugar de eso, lo que vimos fue el regreso precipitado de un hospital que, aun con todo su simbolismo, no será suficiente para atender a la población que depende de él.


Porque en México hemos normalizado la escasez al grado de celebrarla y por eso se aplaude un hospital que reabre “como se puede”, no porque esté listo, sino porque urge; se celebra que haya camillas aunque falten especialistas, o que haya quirófanos aunque no haya material para operarlos. Y siempre se pide paciencia al paciente, como si la salud pudiera esperar.


San Alejandro vuelve, ahora sí con fecha de inauguración para el 10 de diciembre. Pero mientras no se reconstruya también la planeación, la transparencia y la dignidad del sistema de salud, volverá con la misma fragilidad con la que se fue. 


Y la derechohabiencia, una vez más, será quien pague la factura de un sector que sigue prometiendo futuro sin resolver el presente.

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